Un 22 de enero de 2016 marchó Sisín, la Paz del Señor.
Le vi acercarse al final de sus días terrenales con esa carita que recoje esta imagen de una infancia feliz junto a los suyos.
Tuve la suerte de visitarle en su casa un día antes de su muerte en el hospital. Su mente no pensaba que sus horas estuviesen contadas. No se quejaba, aunque segura estoy de su dolor. No se ahogaba; respiraba. Comía no sin esuerzo. Tenía voluntad de vivir, y luchaba por ello.
En su mesita de noche el primer cajón estaba abierto. Así podía él acariciar con su mano a la Virgencita a la que rezaba desde niño.
Su sensibilidad no resulta sencillo de explicar. Era un hombre bondadoso en una lobera. Entre sus errores y aciertos guardo su inclinación a cuidar de los suyos; a su manera, quizás, como cualquiera.
Le vi acercarse al final de sus días terrenales con esa carita que recoje esta imagen de una infancia feliz junto a los suyos.
Tuve la suerte de visitarle en su casa un día antes de su muerte en el hospital. Su mente no pensaba que sus horas estuviesen contadas. No se quejaba, aunque segura estoy de su dolor. No se ahogaba; respiraba. Comía no sin esuerzo. Tenía voluntad de vivir, y luchaba por ello.
En su mesita de noche el primer cajón estaba abierto. Así podía él acariciar con su mano a la Virgencita a la que rezaba desde niño.
Su sensibilidad no resulta sencillo de explicar. Era un hombre bondadoso en una lobera. Entre sus errores y aciertos guardo su inclinación a cuidar de los suyos; a su manera, quizás, como cualquiera.
Sisín
desde el espacio avanza como hilo de lazo sin fin. Nos reta a
conocerle, a seguir un camino de amor sin trabas. Paz del Señor en la infancia;
sensible ser en el vivir, abre una ruta de amor para quienes deseen reencontrarse en armonía.
Su luz no
se apaga. Queda Él. El hermano. El cuñado. El tío. El abuelo. El padre. El
esposo. El amigo. El ser humano que existe porque así lo quiso en vida.